Hay, en ese abrazo multiplicado, una mueca de alivio, un suspiro, un festejo exhalador. Está claro que Independiente no la viene pasando bien. Cómo, entonces, no celebrar un cero a cero a pesar del mote de Rey de Copas, o el paladar negro patentado. Anoche, en su cancha, el Rojo eliminó a Boca de la Copa Sudamericana y eso, sin dudas, ya es un motivo enorme entre dos equipos con tantos trofeos en las vitrinas. Anoche soplaron aires renovados en Avellaneda. Con Américo Rubén Gallego, que asumirá hoy, mirando el partido desde el palco, Independiente se clasificó para los octavos de final. En un partido chato, que terminó sin goles, los locales jugaron casi todo el segundo tiempo con un futbolista menos, por la expulsión de Eduardo Tuzzio, y se beneficiaron por haber hecho más goles de visitante, la semana pasada, cuando igualaron 3 a 3 en la Bombonera. Sin dudas, ahí están los frutos rojos de este presente festivo de un grupo que se contenta por el avance en el certamen internacional, pero sabe que en el Inicial, el descenso es una amenaza.
Será que su presencia descomprime, que el plus que trae en el buzo ya lo comenzaron a sentir. Será que el Tolo trae buena suerte, quizá. Porque Independiente no hizo un gran partido ante Boca. Lo podría haber perdido en el primer tiempo, también en el segundo, cuando los de Julio Falcioni -de nuevo, con cara de malo, observa cómo se le frustra la posibilidad de acercarse a un título- fueron al ataque y lo tuvieron en las cabezas de Burdisso, Silva y Viatri. Encima, Pelusa recurrió a Acosta y a Paredes para asfixiar a la última y débil línea del Rojo. Sin embargo, más allá de la mala puntería o de las ineficientes decisiones azules y amarillas, los frutos rojos fueron madurando. El 3-3 en la Bombonera, más la presencia de Gallego en el palco lo hicieron pensar en Envigado o Liverpool. A Independiente, claro.