Mientras bajaban las voces recordatorias y el nombre propio de Juan Román Riquelme retumbaba en el suelo, Julio César Falcioni movió las piezas y Boca encontró lo que buscaba: ganar. Dos a cero a Tigre, a este nuevo Matador que quiere repetir lo que hacía en el Clausura pero los intérpretes y las urgencias son diferentes. El primer gol, cuando la Bombonera murmuraba enojo, fue de Cristian Chávez. Pochi se las ingenió para aparecer por el sector izquierdo, se aprovechó de los errores de la última línea de Tigre y con un zapatazo vulneró a Javier García. Grito sagrado, mezcla de bronca y desahogo, con un poco de resaca por haber levantado la Copa Argentina durante la semana en San Juan. Con ese uno a cero, la calma le dio envión al equipo que dirige Julio Falcioni. A falta de Román, bueno es Lucas Viatri: el nueve, más libre sin la presencia asfixiante de Santiago Silva, culminó una gran jugada colectiva y, con su derecha, sin mirar al arco, decretó el dos a cero. Listo, a bajar la persiana.
La sensación es clara, después se convertirá, tal vez, puertas adentro, en análisis: Boca necesitó de individualidades, de un error del rival para modificar el cero del resultado. No fue a través la asociación de ideas que se impuso. No. Contó, se insiste, con la fragilidad de los obedientes futbolistas de Rodolfo Arruabarrena que, al margen de esa clarísima que tuvo Pérez García en el primer tiempo y que Ustari la sacó al córner, luego se desinflaron en el toqueteo sin profundidad. Y, axioma al margen, Boca es Boca. Y aun jugando mal, tenés que tumbarlo. Mérito de Falcioni fue la inclusión de Sánchez Miño por Erviti: por la izquierda aparecieron las acciones más limpias, sin congestión y, de hecho, las dos que terminaron en las redes del Matador. Y otra: el pibe controló las subidas de Martín Galmarini.
Lejos de Oscar Ustari, con Rolando Schiavi lesionado pero presionando como un caudillo, Boca soltó poco a los laterales, metió suela con Somoza y copó la zona de Diego Castaño, que sabe que Pío no es igual a Román Martínez…Sin la pelota, a Tigre le cuesta mucho. Con la redonda, al menos ayer, no supo hacer demasiado. Y Boca detectó ese déficit. Se levantó del 0-3 del debut contra Quilmes en el Sur, continuó con los festejos frente a Racing, sumó de a tres e, inconscientemente, envió el mensaje: después de Riquelme, se jugará de otra forma. El tiempo dirá si es mejor o peor. Ayer, al menos, cuando más pidieron por él en las tribunas, a sus ex compañeros no les quedó otra que dar un poco más. Tanto, que llegaron al triunfo.