Le encantan estos partidos, pareciera que los jugara con más futbolistas que su rival. Tal vez es el corazón, los corazones, o esa construcción repetitiva y periodística llamada mística copera. En su cancha, en esa Bombonera que late, tiembla, se mueve, vibra, Boca hizo lo que tenía que hacer un equipo que sueña, piensa y siente la triple corona. Obsesionado desde el inicio, de tanto ir llegó a lo que buscaba: ganar en la primera semifinal de la Libertadores. Y lo edificó con solidez: detrás del 2-0 frente a la U de Chile se refugia la construcción colectiva del grupo que dirige Julio Falcioni. Abrió la noche Santiago Silva y la cerró Juan Sánchez Miño. Pero para que el uruguayo y el joven lateral por izquierda convirtieran los goles, sus compañeros hicieron de las suyas. En el del Pelado, el que laburó por derecha fue Pablo Mouche, acierto de Pelusa al mandarlo desde el inicio. El punta que pidió irse después de no ser titular frente a Fluminense en Brasil, le envió el centro al Tanque: media vuelta y uno a cero, pésima sincronización de la defensa chilena. Error carísimo, Sampaoli…Antes, Boca había tenido tres claras con Silva, Schiavi y Erviti. Párrafo aparte para el ex volante de Banfield, que tuvo una gran noche, doblegando sus funciones, repartiendo lujos con marca y presencia ofensiva. De hecho, el segundo grito, el que terminó de espantar la neblina, fue por un remate del zurdo, tras una jugada impecable que iniciaron Silva y el todopoderoso Juan Román Riquelme. El arquero Herrera se la tapó a Erviti, pero no pudo con la embestida del pibe Sánchez Miño, que siguió todos los movimientos y llegó al área.Así es, así fue Boca. Sin dudas, anoche tuvo su mejor versión, rodeado de estrellas como Diego Maradona -y su mítico padre-, Tevez, Del Potro, Palermo, que iluminaron desde los palcos.Boca pisó fuerte, mostró eso que se llama de muchas maneras. Sobre todo por la calidad del rival, porque los obedientes y ofensivos futbolistas de Jorge Sampaoli, los campeones de la Sudamericana, ayer quedaron minimizados en centros cruzados que terminaron en las cabezas de Schiavi e Insaurralde. En su afán de levantar el Clausura, la Copa Argentina y la Libertadores, Boca, con la Bombonera repleta, mandó un mensaje: buen juego, fuerte en su área, áspero en el medio con Somoza y Ledesma, práctico con Erviti y las subidas de Sánchez Miño y Roncaglia. Más, obvio, el titiritero que habla en tercera persona: Riquelme llevó para adelante al equipo, para que Mouche y Silva ganaran siempre.
 
Dentro de una semana, la revancha. Dejen todo, señores.