Escrito por Florencia Galarza

No es un simple acuerdo comercial el que Argentina prepara con China para venderle nada menos que 9 millones de toneladas de cerdo por año. Los costos de producción en nuestro territorio superan las cuestiones económicas, ya que también representan un coste sanitario y ambiental. A comienzos del mes de julio, el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Solá, anunció a través de un comunicado de la Cancillería que la Argentina tiene un acuerdo comercial con el gigante oriental próximo a firmarse para producir en nuestro territorio carne porcina “de alta calidad” de forma industrial.

China es el mayor consumidor de carne de cerdo del mundo, pero tuvo un problema, que fue explicado a Voces de Baires por el coordinador nacional de Red Ecosocialista-MST, Mariano Rosa: “A partir de estudiar el modelo de producción y consumo de China y las condiciones del surgimiento del coronavirus, encontramos que hace dos años ese país venía lidiando con la enfermedad llamada Gripe Porcina de África cuyo vector de contagio es la carne porcina, y que para evitar su propagación decidieron el pasado año sacrificar entre 180 y 250 millones de cerdos de las formas más crueles que se puedan imaginar”. “Como política exterior por la necesidad de contar con esa carne disponible y barata para la base de su alimentación promueven la instalación de empresas en el exterior, en países periféricos, para transformarlas en factorías que produzcan con la modalidad de galpones ‘feedlot’”, continuó.

El coordinador de dicho colectivo de investigación consultado se refiere con “galpones feedlot” a un sistema de producción industrial masivo que encierra y hacina cientos de animales en condiciones que debilitan su sistema inmunológico, ya perjudicado por la intervención genética para su crianza acelerada y por estar fuertemente medicados. Por estas intervenciones, la excreción de estos cerdos es peligrosa para la salud humana y dan lugar a patógenos resistentes a antibióticos. Dé esta manera, la cuna de la pandemia de Covid-19 y esta gripe proveniente de los chanchos (G4 EA H1N1) externaliza su producción y, con esto, los riesgos.

Eco-escrache
En la tarde del viernes pasado, la Red Ecosocialista realizó un “eco-escrache” en la conferencia virtual de la Fundación Mediterránea donde participó Felipe Solá. El objetivo de dicha acción fue (y es) visibilizar y concientizar sobre los perjuicios que esta actividad le podría traer a la Argentina, dado a que para cumplir con este acuerdo se debería producir una cantidad de carne porcina 15 veces mayor que la respectiva al 2019. “China lo que está haciendo es externalizar sus contradicciones socio-ambientales y sanitarias. Y Argentina no toma una posición soberana al respecto, sino que internaliza industrias basura que rechaza la potencia económica china. Esto lo cuestionamos también desde el aspecto ambiental, de salud y de subordinación económica que no es para producir comida sino commodities”, opinó Rosa, en diálogo con este medio.

El costo para Argentina
El Gobierno nacional busca atraer nuevas inversiones y mercados que posibiliten la reactivación de la economía post-pandemia, en especial con aliados comerciales como China. Sin embargo, la izquierda argentina y algunas ONGs u organizaciones ambientales anteponen la discusión del costo que este acuerdo podría traer al país por sobre el beneficio económico. “Este acuerdo comercial puede tener un efecto tremendo para la Argentina, ya que una producción de 9 millones de toneladas anuales de cerdo implica una exacerbación de la producción de soja porque estos animales se alimentan de soja (y maíz) transgénica”, indicó el entrevistado.

Y sumó: “Este modelo de agronegocio, de semillas genéticamente modificadas, de agrotóxicos con los que se fumigan los campos pero también se perjudican a las ciudades aledañas provoca, a nuestra visión, que cada vez más se aleje la Argentina de la soberanía alimentaria. Hay otro camino con visión ecosocialista para producir comida suficiente, saludable y accesible y que supone poner en debate y agenda la propiedad de la tierra, el control estatal del comercio exterior, la modalidad agroecológica de producción, etc.”.La lucha contra agrotóxicos contaminantes para el suelo y las personas como el glifosato y otros herbicidas lleva décadas, en especial en los cultivos de soja, los cuales ocupan actualmente poco más de la mitad de los terrenos cultivables del país.

Por esa razón, el cultivo de la soja estuvo alguna vez regulada por la legislación argentina, pero que en 1996 Felipe Solá, entonces secretario de Agricultura, intervino con la aprobación del RR (Roundup Ready), lo cual permitía liberar la cantidad de este cultivo habilitado. La actual pandemia trajo también la discusión sobre el multifacético negocio agropecuario e invita, cuanto menos, a repensar las formas de producir en pos de no volver a cometer viejos errores y encontrar nuevos caminos para alcanzar los mismos resultados pero reduciendo sus perjuicios.

Escrito por Florencia Galarza