“Para hablar de la lucha, de la resistencia y del no rendirse, nada mejor que el Parque Lezama, que se está bancando con gallardía las agresiones y el abandono”. La definición de Juan José Campanella, el director que acaba de debutar en teatro con una obra llamada -justamente- “Parque Lezama”, interpreta a la perfección el derrotero de ese gran pulmón verde. Pero lamentablemente sus dichos no se reducen a la ficción, sino que forman parte de la realidad. Delimitado por las calles Defensa, Brasil, Martín García y Paseo Colón, el Lezama, que se convirtió en espacio público en 1896 tras el diseño del genial paisajista Charles Thays, no reluce como en otros tiempos. A la falta de mantenimiento de años se suma el vandalismo, palpable en sus monumentos y obras de arte.
Se comprobó que todas las esculturas están dañadas, pintadas con aerosol y hasta con roturas severas en sus estructuras. Sólo la pequeña figura de Rómulo y Remo, que se encuentra enrejada, logró esquivar los ataques. El Monumento a la Cordialidad, donado por Uruguay en 1936 en conmemoración del aniversario de la fundación de la Ciudad, está pintado y hasta “se robaron una parte que era de bronce”, cuenta Nardi Rodríguez, una vecina que vive a escasos metros del parque desde hace 40 años. Ayer al mediodía, dos jóvenes del taller de MOA (Monumentos y Obras de Arte, del Ministerio de Espacio Público porteño) trabajaban en el histórico paseo de los jarrones de mármol. Pincel en mano y un laburo de hormigas para mejorar las ornamentaciones de las deterioradas bases. Ni siquiera se salva el tradicional monumento a Pedro de Mendoza, en Brasil y Defensa, que exhibe pintadas de todo tipo, desde símbolos anarquistas hasta inscripciones que se oponen al enrejado del espacio verde.
Por este último punto el Lezama estuvo en el centro de la discusión hace algunos meses. El Gobierno porteño propuso cercar el lugar por el vandalismo y las denuncias de robos, pero la opinión de vecinos está dividida. “Esto es un parque, no es una cárcel”, dice Juan Carlos, de 72 años, mientras descansa en uno de los bancos frente al anfiteatro. Sin embargo, reconoce que “la gente no cuida nada y que de noche es inseguro”. Pero ese descuido de la gente, está claro, va de la mano de la falta de mantenimiento. En los últimos meses la Ciudad amagó con volver a darle vida al lugar con el cambio del mobiliario urbano en las veredas aledañas (incluye las paradas de colectivo similares a las del Metrobús), con la llegada de una posta del sistema público de bicicletas conocido como bicing y con la colocación de los contenedores “campana”, de distintos colores, para clasificar la basura. Ayer también había dos camiones de Zona Verde para limpiar los senderos. Pero como esas obras mínimas no alcanzan, desde el Ministerio de Ambiente y Espacio Público anunciaron que la restauración del parque será total (no se colocará el polémico enrejado), con una inversión de 20 millones de pesos. “Las tareas para restaurar las obras de arte comenzaron en noviembre. Las mismas demandan plazos extensos por el delicado y lento proceso de restauro”, explicaron desde la cartera que conduce Diego Santilli. También se cambiarán las lámparas de gas de mercurio por sistema LED y se “ejecutarán todos los senderos reemplazando el asfalto existente por ladrillos prensados de cemento”. Cuando esté terminado, quedará reducida la superficie de senderos en un 14% y se ganarán 2.441 m2 de área verde absorbente. También habrá mejoras en el sector de juegos, ese que ayer por la tarde permanecía cerrado con candado y cuyo enrejado perimetral tambaleaba, lo que representa un peligro para los nenes.