Un “Gabo” sonriente, de traje gris y camisa rosa, salió ayer al mediodía al portón de su casa en Ciudad de México, para recibir un ramo de rosas amarillas, que le regalaron con motivo de su 86° cumpleaños. “Por qué tanto alboroto?”, preguntó el novelista, que ya no participa en actos públicos y vive prácticamente retirado del mundo, pero muy presente entre otros escritores y, sobre todo, en el corazón de sus lectores.
Enseguida, los periodistas que habían ido a su residencia comenzaron a entonar las “Mañanitas”, una tradición en México con los cumpleañeros. Tras soltar una prolongada sonrisa y agradecer el detalle, el autor de “Cien años de Soledad” se dijo “muy contento” de celebrar su 86° aniversario en compañía de familiares y amigos cercanos. A continuación, regresó al interior de su casa, que desde muy temprana hora quedó inundada con arreglos florales, globos y tortas de chocolate. Un amigo del escritor, Sergio Gómez, llegó a la casa del Nobel de Literatura con botellas de vino y varios guisados, entre ellos huanzontles (un plato tradicional mexicano) y porotos, una debilidad del escritor. El novelista, colombiano de nacimiento, llegó a México en 1961 animado por un coterráneo, el escritor Álvaro Mutis, y pensaba quedarse solo unas semanas. Sin embargo, el país acabó convenciéndolo de alargar su estancia y fue inspiración para escribir “Cien años de soledad”, obra cuya idea nació tras su lectura de “Pedro Páramo” (1955), del mexicano Juan Rulfo.