Mientras en pleno Mundial los argentinos pasan los días cautivados por los pies de Messi, Neymar y Pirlo, el lunes a la noche los pianistas Juan Esteban Cuacci y Horacio Lavandera deleitan a un público variado con el talento de sus manos, con la potencia y la fuerza de sus dedos. No es la primera vez que el Teatro Colón ofrece una velada tanguera. Ya lo había hecho hace dos años en el homenaje al maestro Horacio Salgán. Esta vez, fue el concierto “Buenos Aires a dos pianos”, organizado de forma gratuita por el Ministerio de Cultura porteño, que los músicos habían dado a fines del año pasado en la Usina del Arte y que ahora llevaron al Colón con algún que otro retoque en el repertorio, pero siempre con espíritu tanguero y conocidos temas de Gardel, Piazzolla y Salgán, entre otros.

Estos dos guapos salen puntuales al escenario y, con la excepción de la camisa blanca de Cuacci, ambos visten de negro. Se abrazan, saludan y se ubican cada uno en su piano. Son dos pianos enfrentados, uno sin tapa y el otro con la tapa levantada, por una cuestión de acústica, de mejor transmisión del sonido, en una sala reconocida por su acústica perfecta y donde el que tose en la primera fila de la platea molesta al que está en la última del gallinero. Y nunca falta el que tose o pide “¡Ssshhh!”.

El concierto arranca a cuatro manos con un clásico del tango como “Danzarín”. Hay también interpretaciones solistas de estos talentosos pianistas: Lavandera toca “Mi Buenos Aires querido” y “Adiós Nonino” y acompaña las melodías con movimientos de cabeza. Cuacci es pura potencia y toca “Invierno porteño” y “Azul noche”. Juntos interpretan composiciones del propio Cuacci. Y para el cierre no faltan “A fuego lento” ni “La cumparsita”.