Ruido, silencio, intermitencias. Sinuosidades deliberadas y experimentación. En los dibujos de León Ferrari (1920-2013) se teje una suerte de trama, la red de contención sobre la que este artista, maduro enfant terrible del arte argentino, ha realizado todas sus acrobacias: sus críticas sarcásticas a la moral católica, a la institución de la iglesia y del arte, a las dictaduras y los abusos de poder. Sus esculturas con filamentos, sus collages, sus instalaciones –siempre sustraídas a las nomenclaturas convencionales– con Cristos de santería, con insectos de plástico, con deposiciones de aves sobre el Juicio Final.
Un poco huérfanos de irreverencia nos dejó su muerte, pero muchas de sus obras integran ahora el patrimonio del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, gracias a la importante donación de la familia. Esas obras, dibujos en distintos materiales y soportes realizados por el artista entre 1964 y 2009 son los que se exhiben en La donación León Ferrari, la exposición que puede verse hasta febrero.
Además de los setenta y dos dibujos que conforman la donación, se exhiben otras obras del artista, integrantes anteriores de la colección del museo y esculturas cedidas por su familia en comodato por cinco años. El material reunido da cuenta de la prolífica producción –en sus diversas variantes tonales más o menos corrosivas, siempre con la misma dosis crítica– de alguien que fue ante todo un pensador in situ: siempre reflexionando sobre la realidad en el minuto a minuto, buscando de forma creativa los medios óptimos para señalar y hacerse oír. La muestra del Mamba es una nueva oportunidad para ver esos señalamientos que nunca terminan de agotar su sentido, porque sus reclamos siguen igual de vigentes.
La muestra, además, es una oportunidad para establecer una suerte de correlato entre sus producciones, para comparar qué era para él un dibujo en 1964, qué en 1980 y qué en 2009, de corroborar su decisiones plásticas y no perderlas de vista frente al encandilamiento que puede provocar su fuerza conceptual. La utilización del letra set en las Heliografías, que le permite parodiar el desarrollo de las grandes ciudades y la vida urbana en el mismo tono en que ésta habitualmente se planifica; la inscripción en Braille de pasajes de la Biblia o poemas en sus collages, señalando sutilmente que siempre algo de sentido se sustrae a nuestra comprensión; sus dibujos en grafito, pastel, tinta, acuarela, como formas de interrogar el propio trazo; sus líneas errando por la hoja de forma casi automática, buscando acaso el silencio de una mente hiperactiva en constante estado de ebullición.