Finalmente el guerrero invencible dijo basta. Se fue Gerardo Sofovich, el último mohicano de la televisión argentina, el inventor de ciclos que quedarán en la historia. Durante cincuenta años, con idas y vueltas, Sofovich protagonizó los contenidos de la pantalla chica, aportando programas que, más allá de los gustos, permanecerán en el recuerdo eterno.Talentoso, creativo, inteligente, popular, jodido, cabrón, de sonrisa difícil e impredecible. Tanto que, paradójicamente, murió por una hemorragia digestiva, cuando en el último año su corazón y pulmones, siempre amenazados por el tabaco, hicieron el mayor de los esfuerzos por seguir funcionando.
Hace unos meses, en su casa de Figueroa Alcorta, pegadita al Museo Renault, este cronista mantuvo un atractivo mano a mano que lo pintaba de cuerpo entero. “Pendiente no me queda nada. Hice todo lo que quería. Fui el número uno muchos años, ahora sólo me queda seguir disfrutando de la vida”, decía el también director, cineasta y guionista. “Estoy absolutamente hecho por haber conseguido todo lo que quise, y satisfecho por haber sido, por ser un hombre orquesta. Porque a mí siempre me gustó hacer la producción integral de cada espectáculo. Estar en todo, por pasión. Y habiendo logrado todo, cuesta decir qué cosas me quedan pendientes. Yo creo que nada”.
Sólo pensaba en trabajar Sofovich. Para él, la pasión por el laburo carecía de fecha de vencimiento. “El amor pasional por el mundo del espectáculo me va a acompañar hasta que me muera”. Y fue así nomás… Hasta hace una semana, estuvo al aire, en “Los 8 escalones”.Bravo, de carácter podrido para algunos, querible y cariñoso para su círculo más íntimo, Gerardo fue un hueso duro de roer. “Yo soy un hombre de un ánimo inalterable, que nunca ha modificado con el paso, no de los años, sino de las décadas. Tengo el ánimo de un hombre que ha hecho la carrera que hizo, la carrera de un ganador, y como cualquier mortal, he tenido problemas… problemas familiares. ¿O te creés que Bill Gates no ha tenido malos días? ¿O Rupert Murdoch? ¿O Hugh Hefner? Nadie ha tenido una felicidad completa, pero yo me siento un tipo totalmente realizado y eso me llena el ánimo”.
Nunca se mostraba exultante ni risueño, prefería los gestos adustos y las miradas atemorizantes. Vaya si le resultó: generó respeto y temor en un ambiente lleno de excesos e indisciplinados. ¿Alguna vez fue feliz? “Hay una vieja frase que dice: ‘Dios te da momentos de felicidad y después te cobra con intereses’. Y hay otra frase de un poeta anónimo italiano: ‘Dios, no sé qué debo hacer contigo, si adorarte o perdonarte’. Que tal… dura ¿eh?”. Se refería a Dios siendo un ateo de pura cepa. Ha tratado de ser agnóstico pero no lo pudo conseguir, porque la razón le impidió serlo. “Yo respondo a mis convicciones, a mis razonamientos, soy demasiado lógico”.
El pucho fue su compañero de ruta toda la vida. Desde los trece años y nunca lo dejó salvo en los últimos meses, que fue casi conminado. “Empecé a fumar cuando entré al secundario y jugaba a sentirme machito. Nos juntábamos con los compañeros en un baño, furtivamente, y ahí le dábamos. Al principio era un asco pero nos la bancábamos porque para ser hombre, teníamos que fumar. Qué boludo importante”. Pese a los avatares físicos y a las visitas contínuas al médico, nunca se sintió un hipocondríaco “porque mi médico de toda la vida -Luis de la Fuente-, de fama mundial e íntimo amigo mío, me obliga a hacerme chequeos con frecuencia. Y me reta porque fumo: “si no fumaras, vivirías más de cien años, pero como fumás vas a vivir nada más que cien’. Je-je”.
No le escapaba a hablar de la muerte, aunque tampoco se desvivía por hacerlo. “No siento que merodée mi vida… A veces la veo de reojo, anda por ahí, echa un vistazo y se va…. ¿Qué diría mi epitafio? Aquí yace un tipo que ha hecho mucho por la cultura y el espectáculo. Un número uno, amado y odiado, pero un indiscutido”.Puede sonar soberbio y petulante, pero en tiempos en que habla cualquiera por hacer francamente nada, bienvenida esa soberbia de un hacedor de verdad, un exitoso en serio, un creador -casi- como ninguno. Un tipo refinado y culto que supo cómo llegar a las masas.
Los restos del cineasta, periodista, actor, productor, guionista y conductor televisivo Gerardo Sofovich fueron velados noche en el salón Jaurechet  de la Legislatura porteña, que en 2009 lo había distinguido como “personalidad destacada de la cultura”.El ingreso del público al se realiza por la Puerta de Honor de avenida Presidente Julio A. Roca (Diagonal Sur) Nº 575.El velatorio público concluiyo a las 03:00 de la madrugada, en que se cerrarán las puertas de la sede parlamentaria de la Ciudad. Por decisión de sus familiares, el cuerpo de Sofovich será inhumado el próximo martes en el cementerio Jardín de Paz.