Cincuenta años después de la histórica ambientación que Marta Minujín realizó junto a Rubén Santantonín en mayo de 1965 en el Centro de Artes Visuales del Instituto Torcuato Di Tella, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, dependiente del Ministerio de Cultura porteño, se convirtió desde hace dos semanas en escenario y testigo de una reconstrucción fiel que se despliega dentro de un espacio de 400 metros cuadrados en el primer piso del Museo.
Tal como sucedió en los 60, la atractiva ambientación convoca gran cantidad de público desde que el Museo abre sus puertas. Como la obra recibe pocos visitantes a la vez (rigurosamente entre uno y siete) hay que ir con paciencia a enfrentar la fila. El mejor horario es el del mediodía. “La Menesunda” -una especie de “mezcla”, “confusión”, en lunfardo- consistía en una estructura laberíntica que incluía un recorrido por once situaciones y se organizaba a partir de una secuencia de espacios recubiertos por diferentes materiales, que generaban estímulos multisensoriales en el visitante.
Según Marta Minujín, “La Menesunda” recupera en la actualidad el conjunto de relaciones materiales, sensoriales y simbólicas que hicieron posible su existencia en 1965. Fue una experiencia de ruptura respecto a los lenguajes visuales de la década. Durante medio siglo se fue cargando de múltiples significaciones y relecturas, hasta transformarse en una obra central del imaginario cultural argentino. Hoy, el Moderno propone una experiencia que apunta a repensar la carga legendaria depositada en la obra original y también invita a hacer nuevas lecturas del pasado.