Ricardo III fue rey de Inglaterra durante dos años, desde octubre de 1483 hasta el 22 de agosto de 1485, cuando murió en la batalla de Bosworth. Su poco tiempo en el trono le alcanzó para ganarse la fama de ser uno de los monarcas más sanguinarios de la historia británica. El cuerpo fue enterrado en el convento de Greyfriars. Al disolverse éste, bajo el reinado de Enrique VIII, el cadáver desapareció y durante más de 500 años se mantuvo el misterio sobre su paradero. Hasta ayer. “Podemos asegurar sin ninguna duda que se trata del esqueleto de Ricardo III”, dijo el arqueólogo Richard Buckley, de la Universidad de Leicester, en referencia a unos restos que hallaron bajo un estacionamiento.
El cuerpo, que tenía una flecha en su espalda y un trauma severo en el cráneo, apareció el año pasado en Leicester durante una serie de excavaciones arqueológicas. Las pruebas aportadas por un equipo integrado por arqueólogos, historiadores, biólogos y expertos en ADN, no dan lugar a dudas de que se trata de Ricardo. Entre las más claras figura un encorvamiento de la columna vertebral, que había causado su esclerosis. Además, el ADN del rey se comparó con el de sus descendientes. “Hoy se está haciendo historia y nosotros somos testigos”, destacó el director del archivo de la Universidad de Leicester, Richard Taylor, en una conferencia de prensa. A principios de 2014 llevarán los restos a la catedral de esa ciudad.