Sorpresas te da la vida. ¿Los kirchneristas ahora se creen más papistas que el Papa? De ser los enemigos públicos del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, a quien la Presidenta Cristina Fernández le negara 17 pedidos de audiencia, después de las incesantes y sistemáticas campañas de difamación lideradas por Horacio Verbitsky en Página/12 por orden del finado Néstor Kirchner y continuada bajo la Presidencia de su esposa, después de pergeñar cuanta teoría conspirativa inimaginable por las mentes afiebradas de Luis D`Elía, Nilda Garré, Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini y compañía, el oficialismo gobernante se revela papista. La pista de este sobreactuado oportunismo nos la dio la mismísima Presidenta que en su visita protocolar a Francisco confesó desconocer el pensamiento y la obra de Bergoglio, que tenía su despacho pastoral a menos de cien metros de la Casa Rosada. Un papelón internacional apenas disimulado por el aparato de prensa kirchnerista que todavía tuvo el descaro de destacar la sorpresa presidencial ante le reivindicación de la Patria Grande de parte de Francisco. Nunca, jamás ningún kirchnerista tuvo en cuenta la prédica ni del Episcopado argentino (“Iglesia basura/ vos sos la dictadura”, ha sido el cántico predilecto del neocamporismo) ni del Latinoamericano, ni mucho menos las homilías patrióticas de Bergoglio que no toleraron y por eso cambiaron el lugar histórico del Te Deum –la Catedral Metropolitana- para no escuchar al “jefe de la oposición” como lo calumniara el finado Néstor.
Pero el intempestivo barquinazo de las espadas allegadas a la Presidenta, no ha encontrado igual eco en los sectores intelectuales del kirchnerismo. Estos sectores, encabezados por Carta Abierta, han permanecido fieles a su estrategia ideológica, al relato oficial que han pergeñado a lo largo de una década y al que no piensan renunciar porque sin el relato ellos y el kirchnerismo –hoy en su versión cristinista- se extinguen entre el asedio de la realidad y las debilidades de una gestión agotada que ya los tiene contra las cuerdas. Sin dudas que las caracterizaciones de Horacio González en la reunión de Carta Abierta efectuada el sábado último en la Biblioteca Nacional es coherente y responde a un hombre de indiscutible honestidad intelectual, más allá de nuestras notorias disidencias. González ha puesto el dedo en la llaga, ha desafiado al kirchnerismo y a la Presidenta haciéndoles notar que abrazarse al papa Francisco es un retroceso, es avalar políticas ajenas al “modelo”, sería darles la razón a todos los que desde la oposición han remarcado que el kirchernismo representa una etapa de odio, revanchismo, división, violencia verbal, intolerancia, en síntesis, sería –cree González- claudicar ideológicamente ante “la derecha”, “el neoliberalismo”, la dictadura, todo eso que hasta hace apenas unas pocas horas simbolizaba Jorge Mario Bergoglio. Porque parafraseando al finado Néstor, el papa Francisco es Bergoglio. Y en esto Carta Abierta no se equivoca.
De este modo impensado y sorpresivo, el kirchnerismo ha ingresado en una etapa de contradicción que amenaza su integridad. Por oportunismo. Por sumarse a la alegría del pueblo argentino y latinoamericano. La Presidenta es una persona carente de formación intelectual. Sin embargo posee un avezado olfato político. Y presiente que perseverar en el odio a Bergoglio la llevaría a confrontar con un Papa popular, admirado por el mundo entero, que no va a hacer internas ni se va a prestar a ninguna desestabilización, pero hay que estar de su lado, aún a disgusto. Así las cosas, el mensaje de Francisco descoloca a los odiosos y divisionistas. Es decir, sin proponérselo, el Papa le asesta un golpe de nocaut al relato oficial y al proceder del kirchnerismo. Y esto fue leído de inmediato por la Presidenta y por un puñado de sus asesores, que apretando los dientes como las hienas, salieron a bancar al Papa.
Por tanto, asistimos a una nueva puesta en escena de la administración kirchnerista, a otra actuación populista al solo efecto de limar asperezas y morigerar la paliza recibida. Ante este giro de la Presidenta, los proveedores de discurso se plantaron. Saben que la construcción del relato no es cosa de punteros que un día van para el norte y a los dos minutos agarran para el sur porque sus referentes les ordenan modificar la dirección. A Carta Abierta no les bajan línea. Ellos bajan la línea ideológica. Ellos han logrado dotar de mística a una revolución imaginaria, han soñado la continuidad con el camporismo derrotado en los 70 para erigirlo en victorioso y con todo el poder posible reemplazando al peronismo de los caciques duhaldistas y menemistas. La mayoría de los peronistas otrora duhaldistas y menemistas se hicieron kirchneristas a cambio de prebendas, alquilaron su identidad y repiten la bajada de línea nacida del corazón de Carta Abierta, sostenida en 678, multiplicada en Página/12 y demás medios oficialistas que manejan el 80% de la oferta periodística nacional. Como en su momento los ideólogos kirchneristas lograron torcer el rumbo del Movimiento fundado por Perón, levantando un nuevo partido de Estado (“frente para la victoria”), tras la disputa de una batalla cultural que ganaron al imponer su proyecto en detrimento del peronismo histórico y del conjunto de la oposición todavía dispersa, ahora ante la asunción del papa Francisco plantean que la opción es ellos o Él, kirchnerismo o Francisco. A nosotros eso no nos afecta. Si algo hemos hecho y hacemos son aportes a la tolerancia, la unidad nacional y el respeto por la diversidad. Los portadores del discurso único, del relato oficial, de la imposición de antinomias irreconciliables, están en problemas, por más que se cuelguen de la sotana blanca de Francisco.
LA SOLANO LIMA