El angostamiento de la calle Galván, que atraviesa los barrios de Villa Urquiza y Saavedra de sur a norte, modificó la fluidez de la zona y generó polémica entre los vecinos. Con la idea de ordenar el tránsito y bajar el impacto contra los frentistas, la calle presenta ahora dos carriles de circulación, más una bicisenda y dársenas de estacionamiento. Pero no todos los vecinos quedaron contentos. Por el contrario, se generó polémica entre los que avalan la obra y los que la critican.
En un primer momento, la idea fue vista con buenos ojos por la gente de la zona, dado que el tránsito pasante aprovechaba el ancho inusual de Galván (tenía tres carriles) para superar las velocidades máximas rumbo a la General Paz, lo que ponía en peligro la seguridad de los vecinos. De hecho, según cifras el Gobierno porteño, Galván era una de las vías donde más fotomultas se registraban por exceso de velocidad, detrás de la avenida Del Libertador.
Así fue cómo se redujo el ancho de 14 cuadras de la calle, que es continuación de Alvarez Thomas hacia el norte. Y aunque hoy el tope máximo (40 kilómetros por hora) se respeta más, los problemas pasaron a ser otros: el colapso vehicular en horario pico se multiplicó, las calles paralelas incrementaron el caudal de autos, la demarcación horizontal -que en un principio iba a dividir autos de camiones- generó confusiones y la bicisenda quedó inconexa con la red existente, dado que la ciclovía más cercana pasa por la calle Ceretti, ubicada a diez cuadras de Galván.