Los parlantes instalados en los alrededores de la Plaza Juan Pablo II anunciaron su llegada y una multitud enfervorizada explotó en una estruendosa ovación. El Papa Francisco inició ayer su visita a Brasil con un recorrido a paso de hombre por el centro de Río de Janeiro, que comenzó en la Catedral. Primero en un auto blindado, siempre con la ventanilla baja, y luego en un “papamóvil” abierto, Jorge Bergoglio saludó a los cientos de miles de fieles que se acercaron a recibirlo, en el primer paso de una cargada agenda en el marco de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud. “No traigo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón. Vayan y hagan discípulos a todas las naciones”, pidió el ex arzobispo de Buenos Aires en lo que fue su primer discurso como Sumo Pontífice en el continente que lo vio nacer. Francisco habló luego de su paseo de media hora por las calles de Río, al compartir un acto en el Palacio de Guanabara junto a la presidenta brasileña Dilma Rousseff.
En un clima festivo, los fieles dedicaron palabras de agradecimiento para el Papa. “Estoy muy emocionada, soñaba con que él pudiera abrazar a mi hijo, yo sabía que pasaría”, relató llorando Monique, la madre de Nicolás, el bebé por el que Francisco detuvo la caravana, para abrazarlo y besarlo. “Yo no puedo viajar a Roma, pero él vino a mejorar este país, que es un país de corruptos”, dijo Idaclea, una anciana que tuvo que recostarse por la emoción de ver al Santo Padre recorriendo las calles de su ciudad. El tumultuoso primer “baño de masas” de Francisco no registró incidentes, pero generó dudas sobre el esquema de seguridad armado para protegerlo en su estadía hasta el domingo.