Vuelven el fútbol y la pelota empezará a rodar -así se proclama siempre- y con ella rodará un montón de supuestas verdades, para muchos indiscutibles, casi un sello de identidad en las competencias locales. Desde hoy, con el comienzo del Torneo Final, todas-las-frases-todas picarán y repicarán. El glosario es amplio y arranca con una sentencia que se pronuncia hasta con orgullo, como si un sentido de pertenencia la resguardara: el campeonato argentino, suele sostenerse, es muy difícil. El más difícil de todos. Hay quienes suben la apuesta: si jugaran acá, afirman, Bayern Munich o Barcelona no darían vueltas olímpicas. ¿Será que cuanto peor, mejor? Se corre mucho (cierto), se reducen los espacios (cierto), se exagera con el contacto físico (cierto), en todos los partidos surgen tensiones (cierto), las marcaciones asfixiantes no dejan pensar al virtuoso (cierto), se pega de más (cierto). Y el mandato indica que “hay que meter”; pocos postulan que “hay que jugar”, y cuando lo hacen la exhortación semeja un susurro entre bocinazos.

La confusión conceptual hace cumbre en este renglón: en el fútbol argentino, meter es más importante que jugar. Incluso lo piden los hinchas (“Hay que poner…”). Si es frecuente en cualquier ámbito que la Argentina vaya a contramano del resto, ¿cabría esperar una excepción con el fútbol? Ver por televisión otras ligas, las poderosas y las modestas, permite apreciar que en la aldea global rumbean en una dirección opuesta. Se logre o no, en los intentos cuidan las formas, con lo que vigorizan el fondo. El fútbol argentino, en la mayoría de los casos, atenta contra las formas y directamente desprecia el fondo. Mientras se fogonean las falacias, puertas adentro el maquillaje tal vez funcione. Después, cruzando las fronteras, la Copa Libertadores la ganan otros.

Como sea, se seguirá repitiendo que el fútbol argentino es difícil, el más difícil. Y si varios equipos llegan al tramo decisivo del campeonato con posibilidades de consagrarse, la definición volverá a tornarse “apasionante”, porque, como hemos aprendido de memoria, se trata de un torneo “competitivo”.Los latiguillos disparan palabras vacías por más que los hechos no las avalen. ¿Es realmente tan complejo salir campeón en la Argentina? Si todas-las-frases-todas lo autorizan, preferimos tomar el atajo del disenso. Con un equipo de punta, sólido, convencido de lo que desarrolla y apuntalado por la jerarquía de sus jugadores y la coherencia del cuerpo técnico, alcanzar el título resultaría holgadamente sencillo en estos campeonatos catalogados como “durísimos”. Hubo tiempos en los que esta suma de componentes no garantizaba éxitos, porque quien los portaba igual podía toparse con rivales superiores. En períodos de calidades austeras, ¿dónde encontrar un equipo que establezca diferencias rotundas y quede en el recuerdo? No hay stock. Si en este Torneo Final aparece alguno, bienvenido. Hará fácil lo que se enuncia difícil.