Del infierno al cielo, en 1502 días. De caer a la B Nacional a ser el rey de América tras 19 años. Este River que supo tocar fondo, hoy mira a todos desde arriba. Porque después de casi dos décadas, el millonario vuelve a quedarse con la Copa Libertadores por tercera oportunidad. Y como en las dos anteriores, lo hizo en un Monumental colmado. Esta vez el rival fue Tigres, al que luego del empate sin goles en México, doblegó con cierta facilidad para soltar el grito de campeón contenido desde 1995. Lucas Alario, en el cierre de la primera mitad, se encargó de abrir un partido que luego liquidaron Carlos Sánchez –de penal- y Ramiro Funes Mori.
Aunque a priori el rival merecía cierto cuidado, el equipo de Marcelo Gallardo prácticamente lo minimizó de entrada. Claro está que llegaba a la gran definición con el lomo curtido por la agónica clasificación en la zona de grupos y las durísimas series ante Boca en octavos, Cruzeiro en cuartos -con una épica goleada en Brasil- y el cruce cerradísimo ante Guaraní de Paraguay.Con la lluvia como condimento extra, River arrancó nervioso, falto de juego y, por momentos, abusando de la pierna fuerte. De hecho, el encuentro pudo cambiar en los primeros minutos por una dura patada de Alario a Guido Pizarro que fue castigada con amarilla, cuando tranquilamente podría haber sido roja.
Dueño absoluto de la pelota y con el arco de Nahuel Guzmán entre ceja y ceja, el local fue demasiado impreciso y la cancha rápida no lo ayudó a desactivar el cerrojo de la visita, que apostaba por la velocidad de los volantes externos para salir rápido de contraataque.Así, el equipo conducido por el brasileño Ricardo “Tuca” Ferretti complicó al millonario y contó con las situaciones más claras: primero, el veloz Jürgen Damm inició una jugada por derecha y cedió para el francés André Gignac, quien definió desviado. Luego, Ramiro Funes Mori falló en el fondo pero se repuso para cortar a tiempo cuando el brasileño Rafael Sobis se aprestaba a definir tras pase de Gignac.
Mientras tanto, el ataque de River era previsible porque no podía dar con la tecla que pudiera desactivar la defensa del equipo mexicano. El uruguayo Carlos Sánchez estuvo bien controlado por Javier Aquino y lo mismo sucedía con el tándem Vangioni-Bertolo en el sector contrario y ello perjudicó a la dupla compuesta por Fernando Cavenaghi y Lucas Alario, que se quedó sin abastecimiento.Pero este River tiene un plus extra. Cuando se iba el primer tiempo, a un minuto del descanso, Vangioni se iluminó, tomó la pelota, se sacó la marca de encima con un caño y de reojo vio el pique en diagonal de Alario, quien de palomita conectó un centro preciso que se coló entre Guzmán y el primer palo.
El grito de gol bajo la lluvia que comenzaba a azotar con más fuerza hizo estallar al Monumental repleto que recién a los cinco minutos del descanso soltó la tensión por la ventaja que lo dejaba a un paso del título.El equipo conducido esta vez por Matías Biscay -ayudante de Gallardo, suspendido por su expulsión en Monterrey-, salió a jugar la segunda parte de otra manera. El gol le dio aire y golpeó al equipo mexicano que nunca le encontró la vuelta al partido. A los 22m., Tigres tuvo otra buena aproximación pero el cabezazo de Aquino se fue varios metros arriba del travesaño de Marcelo Barovero, quien nunca fue exigido.
El penal que el propio Aquino le hizo a Sánchez y que el mismo uruguayo transformó en gol empezó a cerrar una historia inolvidable para el millonario.Para coronar la noche llegó el gol de Funes Mori, el de los tantos importantes, la ovación a Cavenaghi y el desahogo de los hinchas que se acordaron de Boca -también del famoso “Panadero” Napolitano- y que volvieron a festejar, después de largos 19 años.