De la mano de pequeñas salas de teatro, algunos centros culturales y un bar aquí y otro allá, nació en Almagro un polo gastronómico muy particular, que crece cada vez más y que tiene en la noche su momento de oro. Se extiende por las calles Lavalle, Guardia Vieja, Humahuaca y Sarmiento, desde el Abasto Shopping hasta Av. Medrano. Y, últimamente, sumó propuestas en calles adyacentes como Bulnes, Billinghurst y Mario Bravo.
Es precisamente esa impronta artística la que le da al circuito su sello particular, que llega a su plenitud en los centros culturales con bar. O en los bares con recitales y obras de teatro. O los que exhiben murales y cuadros.Y eso es también lo que lo distingue del destino porteño nocturno por excelencia, Palermo. “Acá vienen muchos artistas y gente a la que le gusta ver obras o escuchar bandas. El ambiente es mucho más relajado”, cuenta Juan Ignacio Esteguy, de La Vieja Guarida, que abrió hace poco más de dos años. “El público de Palermo busca diversión solamente. Acá, en cambio, hay más bohemia”, opina Daniela García, responsable de noche de Le Troquet de Henry, un bar que llegó al barrio hace siete años, “cuando no había ni la mitad de lugares que hay ahora”.
Lucía Schwab (32), habitué del circuito, coincide: “Me gustan la confianza y la charla profunda a la que te invitan los lugares de acá. Y la simpleza de las calles, con sus casonas”.Pero aunque el nacimiento de este polo se deba en gran parte a la actividad cultural previa, el crecimiento de la construcción que experimentó el barrio ayudó y mucho. “Es una zona muy tradicional pero que está en proceso de mutación. Eso se ve, por ejemplo, en la cantidad de torres: hace dos años aparecieron diez juntas”, explica Gustavo Mingus, de Casona Humahuaca, un centro cultural con bar nacido hace década y media en la calle del mismo nombre.
Otra diferencia es el precio. Es posible cenar por menos de 100 pesos, y el gasto promedio no supera los 200. Lo que más sale: pizzas, empanadas y picadas, acompañadas por cerveza o tragos. En pocas palabras, cocina básica, excepto por restaurantes de larga data, como Pierino, y de un recién llegado al circuito, Caelis, cuya especialidad son las pastas caseras y la carne con cocción prolongada. La idea, dice su dueño Santiago Hervas, es “con la misma onda que hay en el lugar, darle más categoría a la oferta que ya existe”.
Con todo, el público es variado en cuanto a ingresos. Como resalta Esteguy, “puede venir desde alguien que tiene 30 pesos en el bolsillo hasta uno con 50 lucas en la cuenta”. Van grupos de amigos, parejas, familias y gente de otros países. Pero hay una franja de edad que predomina: la de entre 20 y 40 años.Otra particularidad es la rotación del público que, cuando un bar se llena, suele ir a otro y a otro. “En una noche pueden recorrerse tres o cuatro lugares, como en Madrid”, dice Mingus.
Con este nuevo movimiento, también mejoró la iluminación y el aspecto general de la zona. “Los vecinos se oponían a los locales, pero esa gente hoy nos felicita porque gracias a eso ahora hay más luz y más seguridad”, relata Daniel Fernández, de Ambrosio. Leandro Groppo, de Guarda la Vieja, concuerda: “Antes era oscuro. Ahora la gente se anima más a venir”.Eso motivó y sigue motivando a otros a instalar su emprendimiento gastronómico en el circuito. Como a Jorge Ramos, del recién inaugurado Balcón de Blues, que presenta obras y recitales: “Teníamos un proyecto en otro barrio, pero apostamos a este porque la zona tiene mucha más movida musical y artística y, a futuro, va a explotar”.