Como todos los 29 de agosto desde 1900, se celebra el Día del Árbol en la Argentina. En la Capital, son muchos, variados e incluyen un misterio: ¿por qué a los porteños les gusta tanto el ficus? Hay 431.326 árboles de más de 400 especies distintas entre ejemplares de hojas grandes, arbustos, coníferas y otros tipos en Buenos Aires. Y, como lo demostró el último censo de arbolado 2017/2018, permanece una extraña prevalencia del Ficus benjamina, una especie tan conocida como desaconsejada para las veredas de la ciudad.

Los árboles más comunes en las aceras porteñas –que concentran el 85% del total; el 15% restante está en parques y plazas– son el fresno rojo americano (Fraxinus pennsylvanica) (36%), el plátano (Platanus acerifolia) (8,77%) y el ficus (Ficus benjamina) (6,49%). Este último se repite censo tras censo pese a estar contraindicado por las autoridades de arbolado porteño. El enemigo de las veredas se puso de moda hace muchos años y tarda en erradicarse.

“Con el ficus nunca se sabe hasta dónde termina de crecer, tiene raíces superficiales que afectan cañerías, una poda complicada y troncos conflictivos”, dice Jorge Fiorentino, gerente de Mantenimiento del Arbolado de la ciudad. En cuanto van perdiendo vitalidad, los ficus y otras especies no permitidas en las calles son reemplazados progresivamente por otros más aptos. El favorito de los balcones, de hojas pequeñas y aparente resistencia, genera dolores de cabeza cuando comienza a crecer. El problema surgió cuando lo empezaron a introducir los vecinos, ya que nunca fue plantado de forma programada por el gobierno.

“Se puso de moda hace un montón de tiempo como planta de interior y, como tiene crecimiento bastante rápido, lo que hicieron muchos fue plantarlo en la calle. ‘Mira qué lindo queda en la maceta’, piensan muchos, pero después empieza a crecer y no para. Es una especie tropical con sistema radicular muy extenso, las raíces se extienden por todos lados y son muy penetrantes”, explica Agustín Tesio, ingeniero agrónomo y arborista certificado por la International Society of Arboriculture. Según el especialista, el arbolado urbano porteño sigue estando “un poco a la buena de Dios”, porque los vecinos siguen plantando lo que quieren en sus veredas, cuando lo ideal sería diseñar qué especie está indicada para cada espacio determinado.

El arbolado de las veredas, formalmente denominado “de alineación”, fue reglamentado por la entonces Secretaría de Medio Ambiente y Planeamiento Urbano del gobierno de la ciudad en 2002 (resolución Nº 29), que autorizó a los propietarios frentistas a “plantar, en planteras vacías árboles de determinadas especies”. Entonces se establecieron requisitos técnicos y la elección de especies recomendables, agrupadas según el ancho de las aceras, y las prohibidas. Una de estas fue el Ficus benjamina. Del vivero a la maceta del living, del living al patio y del patio a la vereda. Ese es el recorrido que siguieron los más de 24.000 ejemplares de esa especie que pueblan las calles porteñas. “Se pusieron de moda en los viveros y se fueron multiplicando en las veredas porque la gente se encariñaba con el arbolito y no lo quería tirar.

Pero no es deseable en Buenos Aires”, explica el ingeniero agrónomo Carlos Anaya, especialista en arbolado urbano.Hay 36 especies aptas para ser plantadas tipificadas por el gobierno, siempre dependiendo del lugar donde se las va a colocar, principalmente el ancho de la vereda. Quedan exceptuadas las que tienen mantenimiento dificultoso, crecen indiscriminadamente hacia arriba o tapan cañerías hacia abajo. Solo la Ciudad, a través de las comunas, puede realizar plantaciones. El vecino que quiera un árbol en su cuadra puede generar una solicitud, que se debería resolver en un plazo de cinco días. Y siempre respetando un momento permitido para la plantación, que suele ser de mayo a septiembre.