La crisis desatada por la pandemia dio lugar a que, en medio de la incertidumbre, aflore también la cara más solidaria de la sociedad. Así lo comprobó el área de Voluntariado de AMIA que reforzó los programas que ya realizaba para poder dar más respuestas en medio del aislamiento social, y canalizó el interés de muchas personas que sintieron la necesidad de brindar ayuda en estos momentos tan complejos. “Mediante diferentes iniciativas, los voluntarios de la institución están realizando un gran aporte de tiempo, de dedicación y de saberes para acompañar a la gente que hoy necesita sentirse cuidada y escuchada”, explica Eliana Epelbaum, coordinadora de Voluntariado de AMIA.

En este sentido, el programa Lebaker, una iniciativa que funciona desde hace muchos años en AMIA, fue reconvertido cuando se decretó la cuarentena, y hoy es una gran red de apoyo para estar cerca, de manera telefónica, de las personas mayores. «Los llamados están siendo una experiencia de lo más enriquecedora”, cuenta Violeta Seoane, voluntaria de la institución. “Desde el primer día que llamé a la primera persona y la escuché triste y desanimada, me propuse apoyarla para que cada día esté un poco mejor. Es muy emocionante ver, a la distancia, los pequeños cambios. Y es más emocionante apreciar a alguien que solo conoces por teléfono”, reconoce.

Para realizar las llamadas, los voluntarios cuentan con el asesoramiento del Departamento de Programas Sociales de AMIA. Su equipo profesional luego recibe el relevamiento de necesidades y pedidos que se registraron en cada contacto, para poder brindar las respuestas y soluciones adecuadas. Lebaker ha sido una experiencia gratificante. Poder contribuir a que alguien se sienta un poco mejor en este contexto tan particular, te hace sentir que uno pone su granito de arena”, reflexiona el voluntario Simón Robman. “Este proyecto me hizo recordar cuando de chico estaba cerca de mis abuelos, y ahora ayudar a un adulto mayor me puso en otro rol, además de permitirme recordar personas significativas que ya no están”, agrega.

A pesar del aislamiento, nuevos vínculos han surgido gracias a la tarea voluntaria. Como el caso de Adriana Isabel Arach, quien asegura que siempre tiene presente a Felisa, Emilia, Mari y Adelma, con quienes se comunica con frecuencia. “Me alegra saber que esperan mi llamado. Apenas atienden dicen mi nombre. Parecería que las conociera personalmente desde hace un tiempo, hasta puedo imaginarlas físicamente y abrazarlas a las distancias”, expresa Adriana. Edith Jarabroviski se sumó hace poco como voluntaria de AMIA y pudo canalizar así su interés en poder hacer una tarea solidaria. La oportunidad le llegó al leer una nota sobre el proyecto Lebaker en la revista Viva, de Clarín. “Me comuniqué con AMIA, conversamos con la coordinadora del área, y se me dio la posibilidad de poder hacerlo”, relata Edith, quien comenzó llamando a Juana.

“Noté que realmente necesitaba este acompañamiento y con el paso del tiempo, siento que está a la espera de mi llamado. Cada vez que hablamos, la siento más contenta”. En una de sus charlas telefónicas, Edith y Juana descubrieron que nacieron el mismo día, un 28 de febrero, y en el mismo lugar, en el Hospital Israelita. “Fue un momento donde hubo risas, mucha emoción y mucha empatía”, resalta la voluntaria. Entre los agradecimientos que llegaron a AMIA, está el mensaje de Silvia Laham, quien quiso reconocer el acompañamiento que su madre, Elisa de 86 años, recibe por parte de Solana, una de las voluntarias. “Mi mamá se sintió cómoda, contenida, charlaron de muchas cosas y esperó a la siguiente llamada con muchas ganas. El programa Jofesh es maravilloso, y ahora que con las llamadas de Lebaker, no puedo dejar de agradecer a AMIA por generar estas propuestas para nuestros adultos mayores”, concluye Silvia. Los interesados en sumarse como voluntarios pueden contactarse por mail a voluntariado@amia.org.ar.