Las últimas estimaciones globales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y Unicef indican que, en todo el mundo, 160 millones de niñas, niños y adolescentes trabajan. En Argentina, los datos oficiales señalan que 1 de cada 10 personas de 5 a 15 años realiza al menos una actividad productiva. A nivel mundial la mayor parte del trabajo infantil tanto para los niños como para las niñas sigue teniendo lugar en la agricultura: un 70 por ciento se dedica esta tarea, que supone un punto de entrada para el trabajo infantil. Más de tres cuartas partes de los niños y niñas de 5 a 11 años en situación de trabajo infantil se dedican a la agricultura.
En las zonas rurales de Argentina trabajan el 20 por ciento de niños y niñas de entre 5 y 15 años. También lo hace el 43,5 por ciento de las y los adolescentes de entre 16 y 17 años. Sin embargo, en el segmento de 13 a 17 años, lo hace el 23 por ciento, cifra que representa un aumento de 7 puntos porcentuales respecto a noviembre de 2020, ya que la mitad comenzó a trabajar durante la pandemia. La evidencia indica que, en el sector agropecuario, los niños y niñas suelen conceptualizar el trabajo como ayuda para la familia, hasta aproximadamente los 12 años. Luego, entre los 13 y los 14 años empiezan a entenderlo como una necesidad y como una práctica laboral individual.
En este sentido uno de los obstáculos y determinante de la cultura de trabajo rural y agropecuario, es la experiencia que los padres traen de su propia infancia: la idea del “aprendizaje temprano” de las tareas agrícolas por parte de sus hijos. El trabajo infantil a menudo se asocia con el abandono escolar. En todo el mundo, un alto porcentaje de niños y niñas son excluidos de la escuela a pesar de tener edad de enseñanza obligatoria. Más de tres cuartas partes del grupo compuesto entre los 5 a 11 años y más de un tercio del de 12 a 14 años en situación de trabajo infantil no están escolarizados. Esto limita seriamente sus perspectivas de trabajo decente en la juventud y la edad adulta, así como su potencial para la vida en general.
Las actividades laborales son una barrera para que los niños, niñas y adolescentes puedan acceder a una educación de calidad, ya que incide negativamente en las trayectorias escolares al provocar situaciones de repitencia de año, llegadas tarde a la escuela, que se duerman durante las clases o directamente abandonen los estudios.
De qué hablamos cuando hablamos de trabajo infantil:
Se considera trabajo infantil a toda actividad económica y/o estrategia de supervivencia, remunerada o no, realizada por niñas y niños por la edad mínima de admisión al empleo o trabajo (16 años).
Así pues, se alude al trabajo que:
Es peligroso y prejudicial para el bienestar físico, mental o moral del niño; y/o interfiere con su escolarización puesto que: les priva de la posibilidad de asistir a clases; les obliga a abandonar la escuela de forma prematura, o les exige combinar el estudio con un trabajo pesado y que insume mucho tiempo. Entre las actividades más comunes que realizan los niños, niñas y adolescentes, se encuentran las de cortar y apilar ladrillos, vender panes en su barrio, cortar el pasto, hacer mandados, cuidar a sus hermanas o hermanos menores, trabajar en la construcción, alimentar animales, buscar y acarrear agua y leña. La pobreza de los hogares, entre una diversidad de dimensiones, es una de las principales causas del trabajo infantil.
Es imperioso proteger a los niños, niñas y adolescentes:
La protección social contribuye a aumentar el acceso a la alimentación, la nutrición, la educación y la atención de salud. Puede ayudar a prevenir el trabajo infantil y a hacer frente a los factores que conducen a la desigualdad y a la exclusión en relación con el género. En la actualidad 1.500 millones de niños menores de 15 años no tienen acceso a la protección social
pese a sus efectos inmediatos y a largo plazo. En Argentina, las políticas de protección social dirigidas a la niñez son herramientas necesarias para la prevención y erradicación del trabajo infantil.
Los niños, niñas y adolescentes que reciben la Asignación Universal por Hijo tienen un 16% menos de probabilidades de trabajar. Sin embargo, 1 de cada 5 niños, niñas y adolescentes que trabajan no tiene protección social. A la vez, las asignaciones tienen menor incidencia en la prevención del trabajo infantil entre los hogares rurales, los niños y niñas que realizan actividades para el autoconsumo; y las niñas y mujeres adolescentes. En hogares con mayores grados de informalidad las asignaciones reducen su incidencia si los niños, niñas y adolescentes trabajan tres horas o más a la semana.
El trabajo infantil está prohibido en la Argentina (Ley 26.390, año 2008) y constituye un delito penal (Ley 26.847, art. 148 bis, año 2013) Asimismo el compromiso de Argentina está reflejado entre las prioridades estratégicas del IV Programa de Trabajo Decente de País para el período 2022-2025, acordadas entre la OIT y sus mandantes tripartitos. Y, recientemente, el MTEySS dio a conocer que Argentina obtuvo el status de “País Pionero” de la Alianza 8.7, una categoría que distingue a las naciones que adoptan legislación y establecen políticas y mecanismos de coordinación para promover nuevos enfoques en la erradicación del trabajo infantil, en el marco de la meta 8.7 de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.