“La vida es muy hermosa para dar lástima, hay que morir con dignidad”, le había dicho Leonardo Favio a La Razón, en el lobby del hotel Hermitage, en 2008, en Mar del Plata. Fue uno de esos encuentros vibrantes, que perduran en la memoria, por lo que significa Favio y por cómo ya se encontraba el estado de salud de un artista que marcó a fuego la cultura argentina.Ayer, poco después del mediodía, en el Sanatorio Anchorena, murió un artista que se multiplicó. Que se desdobló. Que fue actor, director y cantante. Leonardo luchó hasta donde pudo. La peleó hasta que su cuadro de afecciones crónicas -que sufría desde hacía años y que en los últimos tiempos había provocado un marcado deterioro- le “susurró” basta. Tenía 74 años.
En aquella charla, cuando presentó “Aniceto”, en el Festival de Cine, Favio sorprendía. “¿Qué me genera que la gente me mire como si fuera un dios? (Carcajadas) Tranquilidad por saber que te quiere. Es gratificante esto de pasar por la vida y palpar que algo dejaste”. El mendocino nacido en Luján de Cuyo, en 1938, cada vez que podía hacía hincapié en la inyección anímica que le significaba “sentirse querido”. En voz baja reconocía que no andaba bien, “tengo polineuritis melaminosa”, una enfermedad que ataca los músculos y causa la pérdida de sensibilidad. Pero Dios era su vía de escape, lo que le permitió aguantar con estoicismo. “Leo el Corán todos los días… Me ayuda en todo sentido: desde mi formación como hombre hasta cómo observar mi vida”.
Hacedor de películas antológicas como “Crónica de un niño solo”, “Juan Moreira”, “Nazareno Cruz y el lobo”, “El dependiente” y “Gatica, el mono”, Leonardo admitía que rezaba mucho por su salud, que la esperanza es lo último que perderá. Tan sencillo como sabio. “Dios me escucha, confío en que saldré adelante. Tengo voluntad para aferrarme a la vida, que es muy hermosa”.Ante la consulta sobre la mirada del otro, había resultado tajante: “Nunca daré lástima. Por eso no se me verá quejarme, aunque tenga muchos dolores. Lo más jodido sería que me doliera el alma. Por suerte, todavía está intacta”.Hacedor de una estética cinematográfica personal e inigualable, hacía saber -por entonces- que la vuelta de “Aniceto” a la cartelera porteña” era “un premio al esfuerzo demandado. ¡Cómo transpiré haciendo esa película… Pero, al final, me llenó de placer”.
La grandeza artística y personal de un hombre de la cultura se mide, en parte, por los comentarios de colegas y referentes mediáticos… tan disímiles como Julieta Ortega, Felipe Pigna, Flor de la V, Liniers, Mariano Iúdica y Pino Solanas. Todos unánimes, claro… El propio Ricardo Darín expresó: “Me crié cantando las canciones de él y luego descubrí su cine. Lo que más lamento de esta pérdida es la persona, su autenticidad”. La presidenta Cristina Kirchner, en un acto desde Tecnópolis, deslizó: “Se fue un grande de verdad”.Desde las 20 de ayer, los restos de Favio son velados en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso.“Animal de cine”… Las apreciaciones son innumerables para un maestro al que ya se extraña.