Néstor maniobra su pincel de pelo largo. Concentrado para mantener el pulso lanza un fino trazo sobre una tabla que tiene un anuncio de bienvenida: “Café-Bar Lo de Jorge”. A los 66 años encontró una divertida e ingeniosa forma de distraerse. “Es para pasar el tiempo, como hobbie. Esto que estoy haciendo es un regalo para un amigo que tiene un bolichín en San Martín”, cuenta el veterano alumno entre risas, mientras se apura a mostrar las técnicas que utiliza.
La escena transcurre un jueves por la tarde en una típica casa baja de la Ciudad. O al menos eso aparenta por fuera. En realidad, el interior tiene estilo. Se trata del taller de Alfredo Genovese, uno de los fileteadores más reconocidos. Allí enseña el arte del fileteado porteño, ese arte decorativo que combina un breve mensaje escrito y otro mensaje icónico, acompañado por colores vivos, flores, cintas, líneas estilizadas y hasta dragones. El filete nació en Buenos Aires hace poco más de 100 años con los aportes de tres inmigrantes italianos, según los pocos registros de la época, y continúa enamorando a grandes y chicos. “Tengo alumnos de todas las edades. Básicamente porque cualquiera puede ser fileteador si practica dibujo y pintura”, alienta Genovese, quien a mediados de año fue declarado “Personalidad Destacada de la Cultura” por la Legislatura porteña. Por eso mismo diagramó dos niveles distintos para los alumnos: el primero, el básico, se realiza durante todo un fin de semana y la gente ya sale con su primer trabajo decorativo; luego sí, hay un curso más avanzado. “Muchos lo hacen como una diversión y para conectarse con el arte informal; otros, más que nada los jóvenes, porque pueden salir trabajando por su cuenta. Tengo chicos que ya laburan en ferias, por ejemplo. El 1° de diciembre haremos un taller sólo con extranjeros”.El fileteado porteño, lo mismo que el arte urbano, experimentó en los últimos años un resurgimiento, apunta Genovese. Más que nada por el consumo y producción y porque, además, fue consiguiendo nuevos “soportes”. Los antiguos carros de fábrica, los primeros en exhibir los ornamentos, quedaron ya lejanos: “El filete encontró espacio en el cuerpo de la gente, con los tatuajes, en la gráfica, en la digitalización, en paredes, discos…”.