“Hablemos de fútbol” y “Jugar al fútbol”, sus libros. “Hablemos de fútbol”, también, y “Fútbol para todos”, los programas de televisión en los que disparaba sus reflexiones alimentadas en sus seis décadas de carrera. “Pasión Nacional (tango y fútbol)”, un espacio radial que sentía como propio. A los 73 años, Roberto Perfumo, uno de los hombres que forjó una relación íntima con la pelota, murió anoche en Buenos Aires, horas después de sufrir un ACV y un traumatismo de cráneo en una cena con amigos. Adiós, Mariscal.
“Realmente estoy muy dolido. Tengo pocas ganas de sacar alguna conclusión sobre la injusticia de la vida. Es un golpe terrible. Lo veía casi todas las semanas”, se lamentó Menotti, uno de los cientos de amigos que Perfumo cosechó dentro y fuera de la cancha. La sorpresa del ex entrenador de la Selección dominó cada muestra de dolor que siguió a la noticia de su fallecimiento, un golpe inesperado.
El Mariscal, un símbolo histórico del conjunto argentino, compartía una comida con seres cercanos cuando, tras abandonar momentáneamente la mesa, cayó en una escalera tras sufrir un ACV. “Estábamos comiendo en Puerto Madero, hablando de los temas que dominamos: tango, boxeo y fútbol. Dos horas estuvimos comiendo y en determinado momento fue al baño y sufrió un vahído, no se sabe bien qué. Nos desesperamos, pero no sabíamos que era él quien había caído, creí que era otra persona. Es una escalera un poco alta y de mármol, y en su caída llego a romper el mármol”, explicó el doctor Roberto Paladino, que le brindó las primeras asistencias. “Tenía en la parte de la nuca un hematoma grande, y le salía sangre por el oído, lo que me hizo pensar en una fractura de base de cráneo”, completó su amigo.
El ex defensor de Racing y River “fue trasladado al hospital Argerich, donde se confirmó un traumatismo muy grave de cráneo, con fractura, y pronóstico reservado”, comentó Alberto Crescenti, titular del SAME, que recibió un llamado a las dos y media. Más tarde, Perfumo fue llevado al Sanatorio de los Arcos, desde donde partieron las noticias de su deceso en las primeras horas de la noche.
Nacido en 1942 en Sarandí, Perfumo se destacó desde joven en la Academia. Sin embargo, antes sufrió el rechazo en las inferiores del Millonario. “¿Sos tornero? Bueno, dedícate a eso porque al fútbol no podés jugar”, le dijo el Gordo Díaz, que lo dejó libre a los 17 años. Diez días después, siguió a Ernesto Duchini –uno de sus mentores– rumbo al club de Avellaneda.
Y no hubo que esperar demasiado para que se convirtiera en un referente. A los 21 disputó su primer encuentro oficial en un torneo que el Racing de Néstor Rossi disputó en Chile. Pero no fue hasta que llegó Juan José Pizzuti, en 1965, que pegó el gran salto. Por consejo del DT abandonó su lugar en la izquierda del mediocampo y se acomodó en la zaga. No se movió más. Fue campeón en 1966. Meses más tarde, ya en 1967, el Mariscal (como lo bautizó el Gordo Muñoz) fue parte del equipo de Racing que ganó la Libertadores y, por primera vez para un elenco argentino, la Intercontinental.
En la Selección jugó el Mundial de Inglaterra 1966, y formó parte del equipo que no logró la clasificación a México 1970. En 1964 estuvo en el Preolímpico de Perú, donde fallecieron 300 personas en la tragedia del Estadio Nacional. Luego se mudó a Brasil. Con la camiseta de Cruzeiro alzó cuatro trofeos. Participó de la floja campaña de la Selección en Alemania 1974. Y, a los 32 años, pegó la vuelta para seguir haciendo historia. Regresó a River y en el Metropolitano 1975 colaboró para que el club acabara con una sequía de 18 años. También celebró el Nacional de ese año y el Metropolitano 1977.
Se retiró en 1978 y continuó una vida productiva. Se recibió de Psicólogo Social. Como DT, le dio a Gimnasia su único título (Copa Centenario en 1993). Construyó una respetada carrera en los medios: hasta ayer se lo podía leer en Olé, ver en ESPN y escuchar en Radio Nacional. Entre tango y tango. Y siempre con la pelota bajo el brazo.