El sepulcro que guarda los restos de María Antonia de Paz y Figueroa, conocida por el pueblo como «Mama Antula», y que se encuentra en la Basílica «Nuestra Señora de la Piedad», ubicada en Bartolomé Mitre N° 1523, fue declarado Bien Integrante del Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires en la categoría «Monumento». La decisión se adoptó de acuerdo con el artículo 4 inc. b de la Ley 1227. La aprobación se realizó en primera lectura y deberá pasar por audiencia pública antes de su sanción.
El próximo sábado 27 de agosto por la mañana, en la plaza Obispo Sueldo del Parque Aguirre de la ciudad de Santiago del Estero, será beatificada Mama Antula en una ceremonia que presidirá el prefecto de la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos, cardenal Ángelo Amato, quien en representación del Papa Francisco encabezará la celebración eucarística y dará lectura a la bula por la que el pontífice argentino declarará beata a María Antonia de San José. Además, el sábado 17 de septiembre, Mama Antula será homenajeada en la Ciudad de Buenos Aires a través de una peregrinación desde la Santa Casa de Ejercicios Espirituales hasta la Catedral, frente a la Plaza de Mayo, y luego al templo que guarda sus restos.
«Integrar a nuestro patrimonio cultural el sepulcro (…) significa no sólo preservarlo por su alto significado religioso y cultural sino también como testimonio de la vida y la obra de una mujer que entregó todo su accionar y su pensamiento para dar testimonio de su fe a lo largo de nuestro país y especialmente en nuestra ciudad. Su huella es imborrable y entre su obra ha dejado uno de los edificios más significativos de nuestro pasado en nuestra ciudad como la Casa de Ejercicios Espirituales de la avenida Independencia 1190», apuntan los fundamentos del expediente presentado por la diputada María Vischi (SUMA+) y como coautores sus pares Omar Abboud (PRO), María Inés Gorbea, Marcelo Guouman (SUMA+) y Gustavo Vera (BC).
Evangelizó a los pobres y promovió retiros espirituales“Mama Antula” nació en 1730 en la ciudad de Santiago del Estero. Desde muy joven, guiada por el sacerdote de la Compañía de Jesús Gaspar Juárez, comenzó a colaborar en la organización de ejercicios espirituales. En 1767 el rey Carlos III de España expulsó a la Compañía de América y ella bregó por reinstaurar los Ejercicios Espirituales de San Ignacio en medio de una coyuntura hostil. Promovió esas prácticas desde 1768 a 1770 caminando descalza por Santiago del Estero, Silípica, Loreto, Salavina, Soconcho, Atamasqui, etc. Luego lo hizo transitando caminos de Catamarca, La Rioja, Jujuy, Salta, Córdoba, San Luis y Tucumán. El Obispo de Tucumán le otorgó la licencia y de ese modo comenzaron a ser aceptados nuevamente. Los frutos de los Ejercicios se conocen por el bien que le hacen a las personas y sus cambios en la vida diaria, duraban 10 días y se hacían todo el año. Convivían las damas con sus sirvientas y en tandas separadas los hombres con sus ayudantes de campo.
La religiosa decidió visitar Buenos Aires emprendiendo 1.400 kilómetros a pie en medio de innumerables riesgos pero alentada por su lema: «la paciencia es buena pero más la perseverancia”. En septiembre de 1779 recurrió al Virrey y al Obispo para que le otorguen la licencia. El Virrey Vertiz que tenía una antipatía visceral por lo jesuítico, le negó la autorización. No obstante, en 1780 comenzaron los retiros con un éxito tal que el Obispo cambió su parecer y apoyó la obra. Hubo tandas de hasta 200 personas.
Hacia 1795, en Buenos Aires inició la edificación del que hoy es uno de los edificios más antiguos: la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, en avenida Independencia N° 1190. Creada con el objeto de mantener viva la obra de los Jesuitas y la práctica de los Ejercicios Espirituales según San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, luego que ésta fuera expulsada del país. Se habilitó en 1799 y durante el siglo XIX sumó nuevas construcciones que albergaron la Casa de Rehabilitación para Mujeres y Niñas, el Colegio para Niñas externas y pupilas y la Casa de Reclusas, construída en 1900.
María Antonia de San José fundó la Sociedad «Hijas del Divino Salvador» y su obra fue conocida en Francia, en el monasterio de Saint-Denis de París donde la priora del Carmelo era tía del rey Luis XVI. Sus cartas fueron traducidas al latín e idiomas francés, inglés, alemán y ruso. Realizó hechos pródigos, entre ellos cuando faltaba alimentos para sus practicantes la comida se reproducía de la olla o el pan se transformaba en fruta, o cuando faltaba algo para preparar la comida, pasaba un donante por la puerta dejando lo que se necesitaba. Además, introdujo la devoción a “San Cayetano” y subsisten vínculos históricos y pastorales que unen el Santuario de Liniers con la congregación que fundó. El 7 de marzo de 1799 murió a los 69 años en la Casa de avenida Independencia N° 1190 y el 12 de julio se le rindió homenaje en la Basílica Santo Domingo. En 1905 Obispos elevaron la causa de canonización, la primera en la historia argentina. El 2 de julio de 2010, Benedicto XVI autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el decreto por el que se reconoce que María Antonia de Paz y Figueroa practicó las virtudes cristianas en grado heroico y la proclamó venerable. El Papa Francisco oficializó la aprobación del milagro de sanación que se le atribuye. El 4 de marzo de 2015 aprobó el decreto que reconoce el milagro obrado por intercesión de la Sierva de Dios: en 1904 la religiosa María Rosa Vanina, de las Hijas del Divino Salvador, se recuperó de manera inexplicable de una colecistitis aguda con shock séptico, luego que los médicos pronosticaron una muerte segura.
Beato Ceferino Namuncurá: 130° aniversario de su natalicioLa Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires aprobó conmemorar los 130 años del nacimiento del joven beato Ceferino Namuncurá, ocurrido el 26 de agosto de 1886.La iniciativa de la diputada Claudia Calciano (PRO) en los fundamentos recuerda que nació en Chimpay – provincia de Río Negro siendo hijo de Manuel Namuncurá, quien como líder del pueblo mapuche había combatido contra Roca en el pasado, y nieto del caudillo mapuche Calfucurá. Fue bautizado en diciembre de 1888.
Cuando tenía 11 años viajó a Buenos Aires con su padre que había sido nombrado Coronel de la Nación. El general Luis María Campos, amigo y Ministro de Guerra y Marina posibilitó su ingreso como aprendiz al taller de carpintería de la Armada en Tigre, donde se encuentra actualmente el Museo Naval de la Nación. No logró adaptarse por lo que su padre recurrió al ex presidente Luis Sáenz Peña quien lo recomienda a los Salesianos que el 20 de septiembre de 1897 lo admiten como interno en el Colegio Pio IX del barrio de Almagro, en Buenos Aires.
El 8 de septiembre de 1898 recibió la primera comunión y el 5 de noviembre del año siguiente fue confirmado. Se destacó por su rápida adaptación y benevolencia y a los 12 años ganó el certamen anual de catecismo siendo coronado simbólicamente “Príncipe de la Doctrina Cristiana” en un acto presidido por el Arzobispo de Buenos Aires. Por entonces empezó a desarrollar la idea de convertirse en sacerdote para volver a la Patagonia y evangelizar a su gente. Con ese objetivo en 1903, a los 16 años, ingresó al Colegio San Francisco de Sales, en Viedma, donde además buscaba que el clima frío lo ayudara contra la tuberculosis que había adquirido poco antes. Para curar su enfermedad el 19 de julio del año siguiente fue trasladado a Turín -Italia, incluso en Roma es tratado por el médico personal del Papa. En la capital italiana falleció el 11 de mayo de 1905, a los dieciocho años. Sepultado en el cementerio Campo Verano, sus restos fueron repatriados en 1924 y ubicados en el cementerio de Fortín Mercedes -Pedro Luro, provincia de Buenos Aires.
Simultáneamente empezó a crecer la devoción popular en nuestro país en torno a su vida y virtudes. La causa de beatificación comenzó en 1944, y el 22 de junio de 1972 Pablo VI lo declaró Venerable. El martes 7 de abril de 1987, en el marco de su segunda visita a la Argentina, Juan Pablo II pronunció un discurso en el aeropuerto de Viedma sobre «La nueva evangelización», donde en lengua mapuche recordó a Ceferino. En 1991 sus restos fueron trasladados al Santuario de María Auxiliadora en Fortín Mercedes, donde permanecieron hasta agosto de 2009, cuando fueron transportados a San Ignacio -Neuquén- donde se había asentado Manuel Namuncurá con su familia pocos años antes de su muerte en 1908.
Finalmente, el 7 de julio de 2007 el Papa Benedicto XVI declaró Beato al “Siervo de Dios Ceferino Namuncurá”, basándose en el caso de una joven cordobesa de 24 años que, luego de implorarle se curó en forma instantánea e íntegramente de un cáncer de útero, y hasta pudo concebir nuevamente. «La beatificación de Ceferino representó también una invitación a creer en los jóvenes, en la voluntad de su corazón y la seriedad de su compromiso. Esto permitió que el 11 de noviembre de ese año, ante más de 100.000 personas, se realizara en Chimpay la ceremonia de Beatificación presidida por el enviado papal, cardenal Tarcisio Bertone», sostuvo la legisladora.