La Ciudad realizó una campaña intensiva de recepción de aparatos eléctricos y electrónicos en desuso, cuyo objetivo es ofrecer la posibilidad de descartar en forma adecuada esos residuos domiciliarios y reciclar aquellos componentes que puedan ser reutilizados. Esos equipos son desechos peligrosos porque los materiales contenidos en placas y circuitos -inofensivos durante su vida útil- pueden liberar tóxicos al suelo y a las napas de agua subterráneas, explicaron desde esa cartera. La campaña comenzó exitosamente en octubre de2016   en la esquina de Reconquista y avenida Corrientes, y siguió  los días  24 al 28 de octubre en la Plazoleta La Juvenilla, Marcelo T. de Alvear y Florida .
Allí se recolectaron  aparatos de informática y comunicación como netbooks, notebooks, teléfonos celulares con sus accesorios, tablets, Ipods, cámaras de foto y video, radios portátiles, teléfonos inalámbricos y fijos.Se recibieron walkmans, teclados, mouse, relojes, controles remotos, reproductores de DVD, MP3, MP4, MPG, videojuegos, parlantes, auriculares y dispositivos de bluetooth, cargadores de celular, pendrives, micrófonos, webcams, calculadoras, videojuegos, consolas de videojuego, módems, discos rígidos externos, CPUs y monitores de computadora.Anualmente los argentinos desechan más de 290.000 toneladas de aparatos eléctricos y electrónicos, lo que representa un promedio de 2,5 kilos de aparatos por habitante. Ese tipo de residuos constituye la variedad que más crece en todo el mundo.
Los aparatos eléctricos y electrónicos forman parte -junto a pinturas, solventes, productos de limpieza, pilas, luminarias, neumáticos, aceites vegetales usados y medicamentos vencidos- de los residuos especiales de generación universal.Se trata de desechos que revisten alguna característica de peligrosidad y deben ser gestionados de manera diferenciada. La amenaza que representan se debe a la presencia de una o más de estas características: explosividad, inflamabilidad, combustión espontánea, reactividad con el agua o el aire, toxicidad aguda y crónica, infecciosidad, corrosividad y ecotoxicidad, entre otras.
Foto MAyEP