El barrio de Barracas fue siempre reconocido por el puente de hierro de la calle Ituzaingó, el preferido de Borges, tanto así que le dedicó unos versos en el poema “Mateo XXV, 30”. La Iglesia Santa Felicitas y las fachadas de monstruos fabriles se suman a la iconografía del lugar. Pero también esconde otros atractivos que fueron recuperados con la llegada del siglo XXI. El Pasaje Lanín es uno de ellos. Figuras abstractas, mosaicos venecianos y azulejos iluminan esta calle, entre Brandsen 2100 y hasta la Avenida Suárez 2001, dando aún más vida al barrio que tantas personalidades de la Cultura eligieron para inspirarse.
Marino Santa María es el artista plástico que decidió transformar la calle en la que vive en un pasaje digno de ser fotografiado por turistas y porteños. A lo largo de tres cuadras, 40 frentes de viviendas pasaron a ser obras de arte urbano logrando combatir la resistencia inicial de los vecinos, quienes entusiasmados solicitaron continuar la obra en sus fachadas. Como broche de oro, al llegar a la esquina de este pintoresco pasaje, sobre la avenida Suárez al 2095, se alza La Flor de Barracas. Punto de encuentro de parroquianos y peregrinos, merece la pena sentarse en sus sillas thonet y tomar un café imaginando el pasado de un barrio en el que conviven símbolos tan dispares y testigos de distintas épocas: palacios, fábricas y los colores de lo nuevo que hoy convierten a Barracas en Distrito de Diseño.
Escrita por Patricia Alonso
Foto Prensa GCBA.