Escrita por Florencia Galarza

“Para controlar la pandemia hay que parar a Bolsonaro”, titula el periódico de España El País, en referencia al tratamiento que el presidente de Brasil realiza para combatir el despliegue del Covid-19. Este titular representa la opinión de la mayoría de los medios de comunicación del mundo: italianos, franceses, españoles, argentinos… la lista sigue.

Es que el mandatario ultraderechista Jair Bolsonaro causa alarma internacional ante el avance en su país del “resfriadito”, tal como llama a la pandemia de coronavirus que ya se cobró alrededor del mundo unos 500.000 contagios y 23.000 muertes; mientras que su país ya se registran más de 2.300 casos confirmados de contagio y al menos 50 decesos, según datos actualizados hasta el día jueves 26, al tiempo que niega y critica medidas de prevención adoptadas por sus propios funcionarios y gobernadores. El aumento de fallecidos en los últimos días representa una curvatura ascendente del 70% aproximadamente.

La geopolítica comprende que si no existe un compromiso diplomático de todos los países en contener la propagación del virus que provoca la “gripecita” -según minimiza dicho presidente-, no solo retrasa la recuperación mundial de esta enfermedad, sino que atenta contra la seguridad nacional de, en especial, sus países limítrofes.

Por esto, las palabras de Bolsonaro resuenan en la Argentina, que mira de reojo las críticas que lanza sobre algunos gobernadores brasileños como Joao Doria (San Pablo) por decretar la cuarentena obligatoria y cerrar aeropuertos, al catalogarlos de “lunáticos” y “exagerados” por elegir estas medidas de prevención y contención de contagio, alegando que “la gente no se puede quedar en su casa”.

“La economía está parando, está parando. Están tomando medidas, a mi entender, exageradas. Cerrar el aeropuerto en Río de Janeiro. No le compete a él, mi Dios del cielo… Vi el decreto del gobernador de Río y confieso que quedé preocupado, parece que Río de Janeiro es otro país. No es otro país”, expresó.

Incluso, catalogó a Doria también de oportunista, señalando que adopta tales medidas para realizar campaña de cara a las elecciones del 2022, pero que, en su opinión, “son medidas que generan un clima de terror en la población, lo cual puede llevar a la depresión y bajar la inmunidad”.

El mismo Bolsonaro estaba bajo sospecha de contagio, y aun así celebró su cumpleaños con amistades y familia, salió a sacarse fotos con sus seguidores en la calle, y adujo: “Tal vez fui infectado de coronavirus pero ahora tengo anticuerpos”.

Sus palabras no solo explicitan que ha desoído los consejos de la misma Organización Mundial de Salud y las advertencias de la ONU, sino que encarna -y, en especial, encarnará- un conflicto y una amenaza para la Argentina.

Por qué nos influye Brasil

Toda América Latina, y parte del resto del mundo, se encuentra en la etapa de “contención” del virus, es decir, de intentar frenar la ola de contagios a través del aislamiento obligatorio, cierre de fronteras, comercios… a falta de una vacuna que pudiese permitir a esa etapa mutar a “curación”.

De hecho, el pasado jueves 26 la ciudad de Wuhan de China, donde se originó esta pandemia de Covid-19, anunció que ha logrado controlar el virus y su pueblo comienza, de a poco, a retomar su vida normal, abandonando sistemáticamente la cuarentena obligatoria.

Wuhan es la muestra de que la conducta de las y los ciudadanos es imprescindible para la recuperación social, y que Brasil representa una feroz amenaza para la Argentina. ¿Por qué?

Argentina y Brasil mantienen una estrecha relación bilateral desde hace siglos. Actualmente, es el país vecino nuestro principal aliado estratégico en lo comercial y turístico. Y aunque esas dos categorías puedan parecer lo mismo y por ende redundante, cabe destacar que es imprescindible en este caso analizarlas por separado, ya que nos referimos al altísimo tráfico de bienes y servicios por un lado, y de personas, por el otro.

La política exterior argentina hace especial hincapié en la relevancia que el gigante carioca tiene en nuestra economía, uno de los factores más alarmantes de Argentina, incluso antes de la pandemia.

La incineración de reservas y recursos, además del salto exponencial de los gastos públicos, la deuda interna heredada de las anteriores gestiones de gobierno y el acuerdo stand by reperfilado con el Fondo Monetario Internacional, son una bomba de tiempo que no tiene margen alguno para más complicaciones.

El descuido que Bolsonaro expresa en la toma (o falta) de políticas públicas podría obligar al Gobierno argentino a cortar de forma extendida lazos comerciales y tránsito de turistas, y reforzar la seguridad de la frontera compartida en pos de cuidar a los argentinos que, en unos meses, tendremos al rojo nuestras necesidades sanitarias y económicas.

Es que el virus puede traspasar el paso fronterizo a través de migrantes o cargas de productos. La histórica hermandad -con lapsos de rivalidad- bilateral podrá quedar sepultado bajo los escombros de lo que quedará de Brasil si ninguna entidad internacional lo corrige.

Puede el negacionismo de Jair Bolsonaro ser no solo su propia sepultura política, sino también un costo alto para la Argentina, porque “para controlar la pandemia hay que parar a Bolsonaro”.