Frente a las grandes e incómodas inquietudes sobre qué ocurre con los muertos por coronavirus, el Gobierno de la Ciudad hizo lugar en los cementerios tanto para inhumar como para conservar apropiadamente los cuerpos sospechosos o positivos por la enfermedad. También desarrolló un protocolo especial de manejo de esos restos. Con esa capacidad aumentada, hoy son 8.822 los espacios disponibles para inhumación en los cementerios porteños. La mayoría están en Chacarita, que cuenta con 2.600 en tierra y 4.000 nichos.

En el de Flores, en tanto, hay 1.858 y 364 respectivamente.Con la pandemia, no sólo debió aumentarse la capacidad de los cementerios, sino además modificar su operatoria. Ahora los cuerpos deben tener bolsa protectora con una etiqueta que identifique el virus contraído, explican desde la Dirección General de Cementerios de la Ciudad. Y, si se opta por nicho o bóveda, los restos deben quedar aislados de los de personas que hayan tenido otra causa de muerte.

Asesoramos a las autoridades del Cementerio de la Chacarita y hablamos sobre buenas prácticas en la gestión y el tratamiento de los cadáveres con Covid-19 con funcionarios del Ministerio de Salud porteño, con legisladores y con el defensor del Pueblo de la Ciudad, Alejandro Amor”, cuenta a Clarín Luis Fondebrider, presidente y fundador del EAAF. Y concluye: “El problema es complejo, por lo que es clave alcanzar consensos entre todas las partes involucradas: ministerios, hospitales, clínicas, funerarias, sepultureros, cementerios, médicos forenses”.

El Cementerio de la Chacarita nació en el marco de otra epidemia: la de fiebre amarilla, que en 1871 dejó más de 14.000 muertos en la Ciudad. Dado que los cementerios existentes no daban abasto, se destinaron cinco hectáreas de tierra para los muertos por la enfermedad en un lugar conocido como Cementerio Viejo, hoy Parque Los Andes. Ese espacio se llenó rápidamente y terminó clausurado. Recién en 1887 comenzarían los entierros en el emplazamiento actual, incluidos los de los cadáveres del Cementerio Viejo, que fueron exhumados y llevados al osario del nuevo.

Asesoramos a las autoridades del Cementerio de la Chacarita y hablamos sobre buenas prácticas en la gestión y el tratamiento de los cadáveres con Covid-19 con funcionarios del Ministerio de Salud porteño, con legisladores y con el defensor del Pueblo de la Ciudad, Alejandro Amor”, cuenta a Clarín Luis Fondebrider, presidente y fundador del EAAF. Y concluye: “El problema es complejo, por lo que es clave alcanzar consensos entre todas las partes involucradas: ministerios, hospitales, clínicas, funerarias, sepultureros, cementerios, médicos forenses”.

El Cementerio de la Chacarita nació en el marco de otra epidemia: la de fiebre amarilla, que en 1871 dejó más de 14.000 muertos en la Ciudad. Dado que los cementerios existentes no daban abasto, se destinaron cinco hectáreas de tierra para los muertos por la enfermedad en un lugar conocido como Cementerio Viejo, hoy Parque Los Andes. Ese espacio se llenó rápidamente y terminó clausurado. Recién en 1887 comenzarían los entierros en el emplazamiento actual, incluidos los de los cadáveres del Cementerio Viejo, que fueron exhumados y llevados al osario del nuevo.