Hace poco más de dos años, cuando mandó el currículum, Clara no hubiera imaginado tener que estar pegando un comunicado del gobierno chino en el traductor de Google para ver qué pasos daban para la prevención de un virus que se convertía en pandemia. Tampoco Sofía hubiese creído que estaría parada frente a un auditorio de expertos en Carolina del Norte explicando la investigación que había realizado. O Julián, en alguno de sus viajes en colectivo y tren desde San Isidro a Flores, no hubiera sospechado que ahora iba a estar reclutando pacientes con síntomas recientes de coronavirus para una investigación con plasma.
“Son excepcionales”, resume Fernando Polack, el director de la Fundación Infant y una especie de director técnico de estos jóvenes talentos de la medicina a los que llama “Los 7 magníficos”. “Los chicos vienen trabajando hace un tiempo con nosotros. La mayoría ya estuvo en congresos internacionales y participó de investigaciones, pero cuando empezó la pandemia formaron una especie de grupo comando de apoyo a las tareas”, detalla. La fábrica de plasma. En la Fundación Infant un equipo de médicos liderado por Fernando Polack aspira a detectar el Covid-19 cuando insinúa los primeros síntomas. Y neutralizarlo gracias al plasma de convaleciente, que es el líquido de la sangre que tiene anticuerpos.
En este proyecto trabajan los siete jóvenes talentos que, en conexión con el ministerio de Salud y con los municipios, gestionan la búsqueda de personas mayores de 65 años que estén cursando las primeras 48 horas de síntomas del virus para incluirlos al protocolo. Según Polack, la máquina de plasma resultaría una herramienta clave contra el coronavirus “mientras no exista una vacuna”. El plasma de pacientes recuperados se ha usado durante décadas para tratar enfermedades infecciosas, entre ellas el ébola, la gripe H1N1 y el Mers. El objetivo del estudio es ver si el plasma puede más temprano que tarde reducir el coronavirus a un catarro viral.